miércoles, 1 de abril de 2009

Semana Rock


Todo comenzó tarde un sábado por la noche. Mientras admiraba las formas multicolores de mis cortinas, escuchaba el carraspeo incesante de los coches sobre la carretera y aspiraba el humo de un cigarro algo extraño para olvidar la resaca causada por el exceso de cigarrillo y vino del viernes, vi sonar mi teléfono -también luminoso- sobre la repisa. Salir o no salir, érase ahí el dilema. Y bueno, a falta de entrada para la multitudinaria sensación blanca -la Estación Mapocho nunca ha sido un buen lugar para eventos faltos de páginas-, que mejor que contestarle a quien había sido mi compañero en aquella juerga el año anterior, compañero de la vida, de sangre. En 2 horas estaba ya disfrazado en una fiesta industrial, con seres sacados de videos de Marilyn Manson, imitadores de El Depredador –de aquél que ilusamente quiso como trofeo a nuestro buen Terminator- y chicas apretadas hasta la asfixia por corsés rococos. Era todo lo que necesitaba para sacarme la modorra que lentamente se había apoderado de mis músculos cansados de fútbol; 3 horas de baile desquiciado; 2 Loco Jack; 1 pelea tumultuosa y 1 problema con la ley. Ahora sí estaba listo para pasar el domingo tendido al costado de la piscina y cerveza en mano dirigir la cocción taumatúrgica de un cerdito traído a desgracia. Esto, claro, como previa a la Dama de Hierro, que había concertado hacía algunos meses una cita en terrenos del Club Hípico de Santiago. Sabía que la convocatoria sería importante, pero ver a 60M chascones gritando frente a un Eddie mecánico de 6 metros con fuegos de artificio saltando sobre sus hombros, me impresionó y encantó. Luego vendría un error completamente amateur, no esperable de un tipo de 27 años bien vividos: el Cat mal abrochado = esguince de tobillo. Pff.
Así comenzaba entonces una semana que tenía que ser memorable, con un pelado de lentes pidiéndome tranquilidad mientras le daba cuerda a una vetusta máquina de rayos X, tan silenciosa como el ronroneo de un 747. Omisión para mi recaída del martes. Me excuso sólo en el deseo de hacer algo de ejercicio, luego de quedar marginado de las canchas por un par de semanas.
Miércoles, 07:00, departamento. Entradas –checked; Bolso –checked; Jeans rotos –checked; Cinturón de Camden Town –checked; Zapatilla festivalera piérdete una que vio a Portishead y Ozzy –checked; Bota ortopédica antitorceduras –checked; Bolsas ziploc para Jack –checked; Weed –checked; Camiseta sin mangas full tattoo –checked; Disco de Soundgarden para la camiona –checked; Jack –checked; Pack Heineken para poner en el frigo de la oficina –checked; Desodorante extra –checked.
Jueves, 03:00, departamento. Esa si que fue una lección de Rock. Mike Patton, con cara de trastornado, llenando de gritos disonantes el Movistar Arena del Parque O´Higgins, seguido por un enardecido Chris Cornell que entendió rápidamente que tenía que encargarse de sonar como antes, con los temas de antaño. Hasta se dio el lujo de tocar Inmigrant Song y una parte de Escalera al Cielo. Inolvidable. Me duermo plácido al constante silbido en mis oídos, sueño con un sol negro.
Jueves, 21:00, departamento. Salgo cojo de la ducha, cansadísimo. Me visto lento, pero seguro. Me detengo a ver mi pie. Parece una empanada bañada en jugo de betarraga. Me calzo nuevamente mi bota robotech, y parto acompañado de mi amiga María y de un cubano que me encuentro medio lleno en el bar. Se que voy tarde a ver a Bersuit, pero ni modo, al cabo que no tengo ni entrada. Desde el auto ya suena fuerte. Me apuro en llenar la doble bolsa ziploc que deslizo fácilmente dentro de mis calzoncillos. Fresco como lechuga me encargo de regatear locuazmente por una entrada que me permita distinguir los lunares de los artistas de turno. Suena Fuerte, por lo que apuro mi tranco disparejo. Al entrar me encuentro con un pinche gringo dándole como caja a una batería. Cambio de planes: empezó Molotov, cerrará Bersuit. Después de perder un par de decibeles de audición a orillas del escenario, me retiro en busca de un asiento que me permita descansar un poco el pie, tomar tranquilo y prender un porrito mientras disfruto de los espectáculos por venir.
Viernes, 22:30, Pista Atlética Estadio Nacional. Me canso de pedirle a Jimi que se calle para poder disfrutar un poco de Radiohead –porque le pedí que me acompañase-, pero me aburro de la puesta en escena del cuarteto depresivo y no ayuda nada la ubicación; de pie y a 500 mts del escenario. Le falta potencia a los parlantes, actitud desenfrenada a los artistas. Me encantaría verlos en un sucucho londinense, con un kilo de droga encima, pero ahora parece que necesito de una proper Rock Band. Esos mejicanos me entregaron algo a cambio de mi capacidad auditiva. Si no puedes contra él, únetele. Partimos con una capa de odio/alivio que nos regalan nuestros vecinos en el concierto. Mientras tomamos un taxi y todavía suena la banda de fondo, me hieren los ojos llenos de lágrimas de una fan que se tuvo que conformar con escuchar desde fuera. Creo que este fin de semana será interesante junto a mi compañero de piso.
Domingo, 19:00, departamento. Siento que entro a la dimensión desconocida. O puede que así se vea el mundo cuando estás sobrio dice Jimi. Mejor una cerveza, el infaltable porro, y a disfrutar del partido de Chile. Debo haber dormido 6 horas desde el viernes. Ese mismo día me aburrí de la bota y me puse zapatillas y tobilleras para poder salir a bailar. Buenas juergas debo decir. Mucho baile con chicas bonitas, un poco de sexo, ningún teléfono. Ahora me siento bien, con el pie destruido, pero bien, aunque se que no durará mucho. Como este viernes podré ver a Kiss, es muy probable que este tranquilo el resto de la semana, que le de el descanso merecido a mi tobillo. Pero quien sabe, quizás que demonio se despertará alimentado por mi soledad, mis libros, mis acrílicos. Solo pienso en la niña de los rizos azabache. Esa portuguesa que quedó en Inglaterra. Bella como ninguna, un ángel puro y sabroso como el aroma del jazmín. Quisiera tenerla a mi lado y ser para ella el hombre perfecto, preocuparme de la humanidad, ser para ella el grande que puedo ser. Pero parece que ya es medio tarde, aunque se vea próximo el invierno Europeo.
Doble invierno para mí.
Ahora… vuelta al laburo.

1 comentario:

Lilyth dijo...

Te torciste el tobillo en medio de tanta juerga? espero que estes mejor