jueves, 12 de marzo de 2009


Cuéntame una historia

Para creer en la vida

Que toque el alma de quien la escuche
Que saque las máscaras de su corazón

Dime que el mundo es hermoso
Que es mío y que es de todos
Que por todas partes hay amor

Háblame de aire puro y nubes de algodón
De campos de frutos y laboriosas abejas
De claros arroyos y maravillas al sol
De pompas de jabón y eterna esperanza
Háblame de nacimiento y resurrección

Escucha mi ruego sutil otoño
Hazlo ahora, no demores
Antes de que llegue el chapuzón

Que se me pierde el alma
Que escondo mi corazón

Para creer en la vida

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6 comentarios:

Anónimo dijo...

"Que se me pierde el alma
Que escondo mi corazón
Para creer en la vida"

Me gustó esa parte. Es tuyo? se parece a uno que leí por ahí... pero no recuerdo dónde.

Kandinsky dónde?

Y si, supongo que todos somos jugadores y sólo eso. No nos alcanza para más porque nunca sabemos como se ve el tablero completo.


Saludos!

Anónimo dijo...

Si es de Kandinsky, es que nadie se fija en él entonces pensé que el comentario era a pito de otra cosa.

Y algo conozco a Darío, pero no he leído lo que me dijiste y obvio que quiero que me lo mandes.
Y supongo que si, es imposible saber dónde terminan las influencias y donde comienza nuestro criterio o lo "nuestro" en sí, suponiendo que existe una esencia real y única (creo que ya hablé de eso).

Y pienso que la sonoridad sólo se alcanza cuando lo creado mueve nuestras propias fibras, con eso para mi basta y sobra porque varias veces me han dicho: "si no duele, entonces no vale la pena" y creo que esa frase tiene razón.

Cuidese joven, mire que no hay nadie que lo haga por usted.

Lilyth dijo...

Te puedo contar un cuento... vale?

Rube Antono dijo...

UN CUENTO!!!
UN CUENTO!!!

Lilyth dijo...

Margarita, está linda la mar,
y el viento
lleva esencia sutil de azahar;
yo siento
en el alma una alondra cantar:
tu acento.
Margarita, te voy a contar
un cuento.

Este era un rey que tenía
un palacio de diamantes,
una tienda hecha del día
y un rebaño de elefantes,

un kiosco de malaquita,
un gran manto de tisú,
y una gentil princesita,
tan bonita,
Margarita,
tan bonita como tú.
.....
....

Rube Antono dijo...

Gracias… este es el primer poema de Rubén Darío que recuerdo. Mi madre lo recitaba para mi hermana, y yo escuchaba apoyado contra la muralla, fuera de la habitación, a una orilla de la puerta, mientras desarmaba algún desdichado juguete.
Mil gracias…

vaya que me hiciste suspirar
y contento
me voy tranquilo a soñar
un cuento